Breve descripción:
La que está a punto de ser descrita aquí es la que denominé en ese fin de semana a mi juicio y en un delirio de dicha, cómo el summum de las actividades de espeleo-domingueo, la joya de la corona en mi opinión de las actividades espeleológicas de placer, y es que la actividad cómo vais a ver y en pleno verano no tuvo nada que envidiar a cualquier folleto de aventuras vacacional que prometa en el mismo pack, aventura, naturaleza, agua refrescante, nuevas amistades, fiesta y cerveza fresca.
La cosa comenzó con un pos ya que… y la Cueva del Orón, que por cierto se me está haciendo de rogar, pero caerá…la propuesta inicial era esa, y el posyaque, era llevarnos Emilio y yo los kayaks inflables para aprovechar e ir el domingo al mar.
El caso es que el mes de julio nos puso en nuestro sitio y nos dimos cuenta de que no era viable hacer el Orón sin morir de calor o bien en la aproximación de entrada o por mucho que madrugásemos luego a la salida de la cueva…Así las cosas Emilio propuso lo que fue una genial idea, hacer la cueva de Neptuno, a la cual podíamos aproximarnos por mar, yendo en los kayaks hasta la cala Aguilar desde el Portús, ¡perfecto! ¡Ya teníamos plan!
Para allá que nos fuimos en la Rodius cargados de juguetes hasta las trancas, hasta tres kayaks llevábamos, nevera, remos, material de acampada, de espeleo…uff ¡cuántas cosas! ¡y hasta que salimos…!
La primera noche la pasamos en Castillitos con una luna que la recuerdo perfectamente plateando el manso mar nocturno que se veía desde esta preciosa atalaya.
Desembarcamos y porteamos hasta una placita pegada a la playa los mil bártulos y nos dispusimos a inflar el primero de los kayaks de Emilio…y qué sudada…que no había manera de inflarlo, algo le pasaba a la boquilla que había que apretar el inflador a muerte y apenas entraba aire, y así rato, y probaba uno, luego probaba otro… y aquello no se inflaba y el calor iba subiendo con el avance del sol mañanero, y la boquilla buena nos la habíamos dejado en Toledo, y mi kayak no era muy fiable porque tenía un pinchazo que aunque lo arreglé al rato iba perdiendo aire…
Antonio y yo éramos partidarios desde el primer momento de alquilar unos kayaks rígidos por el bien de la empresa y de nuestra integridad física y nuestro material de espeleo en el mar.
A Emilio después de tantos preparativos le costaba hacerse a la idea y le entiendo pues yo misma había echado bastante tiempo en casa rescatando el kayak del trastero, inflándolo, poniéndole el parche dejándolo con aire para probar, y todo el rollo, pero a veces la realidad te da en los morros y tras haber preparado y haber cargado con todo aquello, la mejor opción era alquilar.
Al final metimos todo aquello de vuelta a la Rodius, jajja, y nos montamos en nuestros flamantes kayaks rígidos, había buenas sensaciones para llevar a cabo la aventura.
Hacia un día espléndido, el mar estupendo y remar y remar cómo dice la canción de Rosendo hasta llegar a cala Aguilar. Allí me tiré al agua que ya no podía más, yo soy más de tirarme desde el kayak a refrescarme todo el rato y mis compis iban en modo galeras romanas, jajaja
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La playa era preciosa y una vez recalados los kayaks nos dimos unos buenos chapuzones y buceamos bicheando la zona.
Llegó a la playa un grupo de personas que después supimos pues más tarde haríamos buenas migas que eran del Espeleo Club de Jumilla, así que les dejamos que se equiparan y subieran hasta la aproximación y montaran el rapel de bajada.
Entretanto comimos y nos dimos más baños y al final nos dispusimos con todo el apaño cuevero pero en bañador, jajaja para atacar la cueva.
Aquello no era más que una trepada hasta la cuerda de aproximación y luego el rápel de bajada, pero ojo con estar ahí a la espera… el sol mataba…por fin bajamos, un rápel bonito junto al palmito, una vez en la base, bajas el derrumbe hasta el lago y… ¡wow! ¡Qué preciosidad, qué azules! Nos zambullimos saltando a esas preciosas aguas de azul eléctrico y cristalino.
Al sumergirte se podía ver el sifón y parecía como si estuviera el agua ahí quieta cómo una lámina de alabastro, era raro.
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Tras esto subimos de nuevo y de vuelta a los kayaks subimos el material y volvimos a la playa del Portús.
Allí nos cambiamos, hacía un bochorno horroroso, como dato decir que un vecino majísimo que nos vio cambiarnos en la calle nos ofreció la ducha de su casa, se lo agradecimos mucho, pero yo siendo previsora me había llenado una botella en la playa con agua de la fuente para aclárame la sal.
Del tirón nos fuimos a un bar que estaba a unos minutos en coche a refrescarnos, y allí nos juntamos con los compañeros de Jumilla que llegaron más tarde y con un chico y una chica de la zona super majos que habíamos conocido en la playa.
Echamos unas risas y unas cerves hasta que nos dio la hora de cenar y nos despedimos de nuestros amigos para ir a la Azohía, dónde cenamos a pie de playa y luego nos tomamos algo en un chiringuito playero también a pie de playa en el que nos dimos algún que otro bailecito y de ahí vuelta a Castillitos a dormir, aunque esa noche no sabemos por qué estaba hasta la bandera de coches y tuvimos que dormir un pelín en precario a lo final de rave distópico, y con mosquitos, pero bueno…que todo sea eso.
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Y vuelta el domingo para casa después del intenso día de actividad que tuvimos el sábado, con ganas de repetir aventuras en cuevas marinas y en kayaks, y compartir con gentes tan majas cómo las que allí encontramos.
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